¡Rey don Sancho, rey don
Sancho!, no digas que no te aviso,
que de dentro de
Zamora un alevoso ha salido;
llámase Vellido
Dolfos, hijo de Dolfos Vellido,
cuatro traiciones ha
hecho, y con esta serán cinco.
Si gran traidor fue el
padre, mayor traidor es el hijo.
Gritos dan en el
real: —¡A don Sancho han mal herido!
Muerto le ha Vellido
Dolfos, ¡gran traición ha cometido!
Desque le tuviera
muerto, metiose por un postigo,
por las calles de
Zamora va dando voces y gritos:
—Tiempo era, doña
Urraca, de cumplir lo prometido.
No
os habéis equivocado de blog, pero es que desde el momento en que decidí
escribir este artículo sobre el nuevo (ya tiene casi un año, pero muy poco uso)
Director General de Ordenación del Juego, no han dejado de rondar por mi cabeza
estos célebres versos del romancero sobre el Cerco de Zamora.
Y es
que Carlos Hernández (o Carlitos, si lo preferís), puede considerarse el “hijo
administrativo” de Enrique Alejo, que huyó como alma que lleva el diablo
dejando vacante el cargo de Director General durante semanas. Y no para irse a
una misión humanitaria o a para desempeñar una labor trascendente, sino para
ocupar otra “poltrona” en RTVE. Inmerecida recompensa tras un año sin hacer
nada relevante.
Durante
esas semanas se rumoreó que el cargo había sido ofrecido a profesionales de
reconocido prestigio, siendo rechazado por todos ellos. Finalmente el
Subdirector General de Regulación del Juego asumió dicho puesto.
No
es que yo esté en contra de la noble práctica de la promoción interna en la
Administración, pero cuando se trata de un órgano administrativo
manifiestamente ineficaz, este sistema de “sucesión”, hace que los vicios
adquiridos se perpetúen en el tiempo.
Carlitos
podía haber hecho las cosas bien o como siempre, y por lo visto ha decidido
continuar dejando completamente de lado los intereses y la protección de los apostantes
españoles, limitándose a elaborar informes, carentes de sentido y utilidad, que
no reflejan ni afrontan los auténticos problemas de un sector.
Incapaz, junto a su antecesor, de tomar a lo largo de dos años ninguna medida para que apostar en España sea realmente (y no teóricamente) más seguro.
Incapaz, junto a su antecesor, de tomar a lo largo de dos años ninguna medida para que apostar en España sea realmente (y no teóricamente) más seguro.
Quizás
por pereza, quizás por ineptitud, quizás por haberse dejado seducir por
cantos de sirenas gibraltareñas,..., las acciones encaminadas a proteger a los jugadores
han brillado por su ausencia.
Y es
que el empeño que pone nuestro Regulador en favorecer a las casas de apuestas (por
acción u omisión), no resulta fácil de explicar, y, desde luego, es digno de mejor causa.
Parecía
difícil superar el grado de cinismo e indiferencia del anterior Director General, que tuvo
la desfachatez de escribir un mensaje de despedida (reproducido a continuación),
que solo puede calificarse como grosero y provocador.
“En todo caso, creo
que queda por delante una ingente tarea para construir, en primer lugar una
regulación todavía más eficaz y que permita alcanzar más claramente sus objetivos, que, como he venido diciendo durante todo este
tiempo, no son otros que la protección de los ciudadanos, y de los consumidores
y jugadores.”
¿Acaso alguien recuerda una
sola acción de la Dirección General de Ordenación del Juego dirigida a la protección real de los jugadores? Nadie, porque
no existe.
Pero todo es susceptible de empeorar, y Carlitos, así lo ha demostrado, evidenciando la absoluta desprotección administrativa que padecemos los apostantes en España, curiosamente, tras la regulación del sector.
Dicha regulación no parece tener otro objetivo, más allá del mero afán recaudatorio (a pesar de lo que digan desde la DGOJ). Los hechos, tras dos años, así lo demuestran.
Dicha regulación no parece tener otro objetivo, más allá del mero afán recaudatorio (a pesar de lo que digan desde la DGOJ). Los hechos, tras dos años, así lo demuestran.
Y es
que aquí no importa mentir o incumplir tus obligaciones, ya que, por desgracia,
vivimos en un país en el que se premia al incompetente, y se entregan los altos
cargos de la Administración y del Gobierno a individuos de escasa valía y dudosa
moralidad.
Aunque
más que en un país, para ser justo, habría que decir en una época, ya que en otros tiempos, éramos
un imperio temido y respetado, mientras hoy, lamentablemente, el poderío militar de
nuestros Tercios o las hazañas de Blas de Lezo, ya son solo un lejano recuerdo, y nos hemos convertido el hazmerreír del mundo.
Esperemos, al menos, haber tocado ya fondo y que esto cambie en el futuro. Deberíamos ir pensando en qué hacer para contribuir a
este cambio, aunque yo ya lo tengo claro.
Ahí lo dejo, para el que sepa leer entre líneas.
Hasta el próximo artículo, y, mientras tanto, tened cuidado con las casas de apuestas.
Ahí lo dejo, para el que sepa leer entre líneas.
Hasta el próximo artículo, y, mientras tanto, tened cuidado con las casas de apuestas.
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